En la entrada anterior hablábamos de la Escena III de la Jornada tercera, pues bien, seguimos en la misma jornada y continuamos con las escenas que le siguen.
El siguiente fragmento que analizaremos trata sobre como Don Carlos, hermano de Doña Leonor, averigua la verdadera identidad de Don Félix. Después de una breve lectura, nos encontramos en la Escena VII, según las acotaciones, la acción ocurre en Veletri, y es protagonizada por Don Carlos y Don Álvaro, ambos se encontraban en el ejército, y se conocieron gracias a que Don Álvaro salvara a Don Carlos de una muerte segura después de haber estado jugando con varios asesinos que pretendían herirlo. Don Carlos le agradeció su ayuda y le preguntó por su identidad. Y este procedimiento dramático será el que analizaremos: El engaño sobre la identidad para mantener la intriga y el misterio del drama.
Como los dos hombre no se reconocían, Don Carlos de presentó como Don Féliz de Avendaña y en respuesta, Don Álvaro se presenta como don Fadrique de Herreros, capitán de granaderos del regimiento del Rey (que no será la primera y última identidad que use a lo largo de la trama). Ambos ocultan su identidad por razones diferentes, el primero para tener así oportunidad de saber quién asesinó a su padre (el Marqués de Calatrava) y el otro para pasar desapercibido o simplemente olvidar los trágicos acontecimiento ocurridos en Sevilla y de como mató al Marqués accidentalmente, y por todo lo ocurrido y tras el monólogo anteriormente comentado, se lanzó con agresividad a la batalla para ver si con suerte abandonaba la vida.
Don Carlos, al reconocer a su salvador como soldado español, se alegra con creces, así que en seguida entablaron amistad y le dice que combatirán juntos. A la mañana siguiente, el teniente, observaba una batalla con sus anteojos. Los alemanes y las tropas del Capitán Fadrique se encontraban en una gran refriega. Don Fadrique cae herido, pero Don Carlos lo salva. La batalla concluye con la victoria de los españoles. Don Álvaro, gravemente herido, es trasladado por Don Carlos al alojamiento de un oficial superior, donde lo espera un cirujano. Es en este momento cuando Don Álvaro, antes de desmayarse, pronunciaría las palabras que lo delatarían ante el hermano de Doña Leonor, y de esta forma, conocería su verdadera identidad:
DON CARLOS
No digáis tal, don Fadrique
cuando
tan vano me encuentro
de
que salvaros la vida
me
haya concedido el cielo. 1115
DON ÁLVARO
¡Ay
don Félix de Avendaña,
qué
grande mal me habéis hecho!
(Se desmaya.)
Don
Carlos sospecha de que Don Álvaro le haya embaucado con su identidad
así que reclama al cirujano que este le salve la vida y asegurarse,
de esta forma, de que se trata verdaderamente del asesino de su
padre, el Marqués de Calatrava. El cirujano esparce por la cara de
Don Álvaro un poco de agua y vinagre y Don Carlos le dice lo
siguiente:
DON
CARLOS
Ánimo, noble amigo,
cobrad ánimo y aliento; 1135
pronto, muy pronto curado
y restablecido y bueno
volveréis a ser la gloria,
el norte de los guerreros.
Y a nuestras altas hazañas 1140
el rey dará todo el premio
que merece. Sí, muy pronto,
lozano otra vez, cubierto
de palmas inmarchitables
y de laureles eternos, 1145
con una rica encomienda
se adornará vuestro pecho
de Santiago o Calatrava.
DON
ÁLVARO
(Muy agitado.)
¿Qué escucho? ¿Qué? ¡Santo cielo!
¡Ah!... no, no de Calatrava: 1150
Don Carlos se sorprende al escuchar estas palabras de Don Fadrique, y se pregunta por el origen de las mismas:
DON CARLOS
(Suspenso
aparte.)
El
nombre de Calatrava,
¿qué
tendrá?, ¿qué tendrá... tiemblo,
de
terrible a sus oídos?
En la próxima escena, la Escena VIII, se sigue manteniendo la sensación de intriga, y después de que Don Álvaro desmayara en más de una ocasión, casi delirando, pide a Don Carlos que este jure hacer lo que le va a pedir, un favor entre caballeros. Le pide que con una llave (la cual hace entrega), abra una cajita con sus pertenencias en la que se encuentran unos documentos y por favor le ruega que sin leerlos queme y elimine todo rastro de ellos.
Don Carlos reflexiona acerca de la identidad de Don Álvaro y piensa sobre el motivo de su espanto ante el nombre de Calatrava, comienza a considerar que pueda ser él el asesino de su padre. Piensa en acabar con su vida, pero recapacita. Finalmente, y después de haberlo meditado un momento, se decide a abrir el contenido de la caja:
Primero se preocupa de que, al abrir la caja, rompa el pacto que le hizo a su reciente amigo. El honor parece cosa muy importante para Don Carlos. Aún así, decide hacerle caso a la posibilidad de que pueda tratarse del asesino de su padre, ya que si así lo fuera, podría cobrar su venganza. Abre la caja y en su interior...
En el interior de la caja se encontraba un retrato de su hermana Leonor, y esto demostraba que la verdadera identidad de Don Fadrique no era otra que la de Don Álvaro, las pruebas eran evidentes. Tras descubrir la triste realidad, Don Carlos no pensaba en otra cosa que no fuera hacerle pagar por sus pecados al que acabó con su padre, pero esperaría a que este se recupere para poder así vengarse con honor en un duelo entre caballeros.
Y así concluye esta trepidante jornada con el descubrimiento de la verdad, y con la sed de venganza por parte de don Carlos de dar muerte a Don Álvaro, triste asesino accidental. Se marca, de esta forma, el inicio de la tragedia. Tragedia que no cabe duda se cobrará alguna que otra vida.
DON CARLOS
[...]
Pero
es hombre singular,
y
en el corto tiempo que 1225
le
trato rasgos noté
que
son dignos de extrañar.
(Pausa.)
¿Y
de Calatrava el nombre
por
qué así le horrorizó
cuando
pronunciarlo oyó?... 1230
¿Qué
hallará en él que le asombre?
[...]
¿Podrá
ser este el traidor,
de
mi sangre deshonor,
el
que a buscar vine aquí.
[...]
¿A
quien mi vida salvó,
y
que moribundo está, 1245
matar
inerme podrá
un
caballero cual yo?
(Pausa.)
¿No
puede falsa salir
mi
sospecha?... Sí... ¿Quién sabe?...
Pero,
¡cielos!, esta llave 1250
todo
me lo va a decir.
(Se
acerca a la maleta, la abre precipitado, y saca la caja poniéndola
sobre la mesa.)
Don Carlos reflexiona acerca de la identidad de Don Álvaro y piensa sobre el motivo de su espanto ante el nombre de Calatrava, comienza a considerar que pueda ser él el asesino de su padre. Piensa en acabar con su vida, pero recapacita. Finalmente, y después de haberlo meditado un momento, se decide a abrir el contenido de la caja:
DON CARLOS
Me
impide abrirte el temblor
que
me causa el recelar
que
en tu centro voy hallar
los
pedazos de mi honor.
(Resuelto
y abriendo.)
Mas
no, que en ti mi esperanza, 1260
la
luz, que me da el destino,
está
para hallar camino
que
me lleve a la venganza.
(Abre
y saca un legajo sellado.)
[...]
¡Oh
cielos! ¿Qué voy a hacer?
¿Y
la palabra que di?
Mas
si la suerte me da
tan
inesperado medio
de
dar a mi honor remedio, 1270
el
perderlo ¿qué será?
Si
a Italia sólo he venido
a
buscar al matador
de
mi padre y de mi honor,
con
nombre y porte fingido, 1275
¿qué
importa que el pliego abra,
si
lo que vine a buscar
a
Italia, voy a encontrar?...
[...]
Queda,
¡oh secreto!, escondido, 1300
si
en este legajo estás,
que
un medio infame, jamás
lo
usa el hombre bien nacido.
(Registrando
la maleta.)
Si
encontrar aquí pudiera
algún
otro abierto indicio 1305
que,
sin hacer perjüicio
a
mi opinión, me advirtiera...
(Sorprendido.)
¡Cielos!...
Lo hay... Esta cajilla,
(Saca
una cajita como de retrato.)
que
algún retrato contiene.
[...]
(La
abre, y exclama muy agitado.)
Primero se preocupa de que, al abrir la caja, rompa el pacto que le hizo a su reciente amigo. El honor parece cosa muy importante para Don Carlos. Aún así, decide hacerle caso a la posibilidad de que pueda tratarse del asesino de su padre, ya que si así lo fuera, podría cobrar su venganza. Abre la caja y en su interior...
DON CARLOS
¡Cielos!..
No... no me engañé, 1320
esta
es mi hermana Leonor...
¿Para
qué prueba mayor?...
Con
la más clara encontré.
Ya
está todo averiguado:
Don
Álvaro es el herido. 1325
Brújula
el retrato ha sido
que
mi norte me ha marcado.
[...]
Mas...
¡ah!..., no me precipite
mi
honra, cielos, ofendida.
Guardad
a este hombre la vida
para
que yo se la quite.
En el interior de la caja se encontraba un retrato de su hermana Leonor, y esto demostraba que la verdadera identidad de Don Fadrique no era otra que la de Don Álvaro, las pruebas eran evidentes. Tras descubrir la triste realidad, Don Carlos no pensaba en otra cosa que no fuera hacerle pagar por sus pecados al que acabó con su padre, pero esperaría a que este se recupere para poder así vengarse con honor en un duelo entre caballeros.
Y así concluye esta trepidante jornada con el descubrimiento de la verdad, y con la sed de venganza por parte de don Carlos de dar muerte a Don Álvaro, triste asesino accidental. Se marca, de esta forma, el inicio de la tragedia. Tragedia que no cabe duda se cobrará alguna que otra vida.
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