miércoles, 14 de mayo de 2014

Cuando Don Carlos averiguó la verdadera identidad de Don Fadrique

Y seguimos analizando Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas.

En la entrada anterior hablábamos de la Escena III de la Jornada tercera, pues bien, seguimos en la misma jornada y continuamos con las escenas que le siguen.


El siguiente fragmento que analizaremos trata sobre como Don Carlos, hermano de Doña Leonor, averigua la verdadera identidad de Don Félix. Después de una breve lectura, nos encontramos en la Escena VII, según las acotaciones, la acción ocurre en Veletri, y es protagonizada por Don Carlos y Don Álvaro, ambos se encontraban en el ejército, y se conocieron gracias a que Don Álvaro salvara a Don Carlos de una muerte segura después de haber estado jugando con varios asesinos que pretendían herirlo. Don Carlos le agradeció su ayuda y le preguntó por su identidad. Y este procedimiento dramático será el que analizaremos: El engaño sobre la identidad para mantener la intriga y el misterio del drama.


Como los dos hombre no se reconocían, Don Carlos de presentó como Don Féliz de Avendaña y en respuesta, Don Álvaro se presenta como don Fadrique de Herreros, capitán de granaderos del regimiento del Rey (que no será la primera y última identidad que use a lo largo de la trama). Ambos ocultan su identidad por razones diferentes, el primero para tener así oportunidad de saber quién asesinó a su padre (el Marqués de Calatrava) y el otro para pasar desapercibido o simplemente olvidar los trágicos acontecimiento ocurridos en Sevilla y de como mató al Marqués accidentalmente, y por todo lo ocurrido y tras el monólogo anteriormente comentado, se lanzó con agresividad a la batalla para ver si con suerte abandonaba la vida.




Don Carlos, al reconocer a su salvador como soldado español, se alegra con creces, así que en seguida entablaron amistad y le dice que combatirán juntos. A la mañana siguiente, el teniente, observaba una batalla con sus anteojos. Los alemanes y las tropas del Capitán Fadrique se encontraban en una gran refriega. Don Fadrique cae herido, pero Don Carlos lo salva. La batalla concluye con la victoria de los españoles. Don Álvaro, gravemente herido, es trasladado por Don Carlos al alojamiento de un oficial superior, donde lo espera un cirujano. Es en este momento cuando Don Álvaro, antes de desmayarse, pronunciaría las palabras que lo delatarían ante el hermano de Doña Leonor, y de esta forma, conocería su verdadera identidad:



DON CARLOS
No digáis tal, don Fadrique
cuando tan vano me encuentro
de que salvaros la vida
me haya concedido el cielo.                                                                      1115

DON ÁLVARO
¡Ay don Félix de Avendaña,
qué grande mal me habéis hecho!
(Se desmaya.)        

Don Carlos sospecha de que Don Álvaro le haya embaucado con su identidad así que reclama al cirujano que este le salve la vida y asegurarse, de esta forma, de que se trata verdaderamente del asesino de su padre, el Marqués de Calatrava. El cirujano esparce por la cara de Don Álvaro un poco de agua y vinagre y Don Carlos le dice lo siguiente:

DON CARLOS
Ánimo, noble amigo,
cobrad ánimo y aliento;                                                                            1135
pronto, muy pronto curado
y restablecido y bueno
volveréis a ser la gloria,
el norte de los guerreros.
Y a nuestras altas hazañas                                                                       1140
el rey dará todo el premio
que merece. Sí, muy pronto,
lozano otra vez, cubierto
de palmas inmarchitables
y de laureles eternos,                                                                                 1145
con una rica encomienda
se adornará vuestro pecho
de Santiago o Calatrava.

DON ÁLVARO

(Muy agitado.)
¿Qué escucho? ¿Qué? ¡Santo cielo!
¡Ah!... no, no de Calatrava:                                                                       1150
jamás, jamás... ¡Dios eterno!

Don Carlos se sorprende al escuchar estas palabras de Don Fadrique, y se pregunta por el origen de las mismas:


DON CARLOS
(Suspenso aparte.)
El nombre de Calatrava,
¿qué tendrá?, ¿qué tendrá... tiemblo,
de terrible a sus oídos? 

En la próxima escena, la Escena VIII, se sigue manteniendo la sensación de intriga, y después de que Don Álvaro desmayara en más de una ocasión, casi delirando, pide a Don Carlos que este jure hacer lo que le va a pedir, un favor entre caballeros. Le pide que con una llave (la cual hace entrega), abra una cajita con sus pertenencias en la que se encuentran unos documentos y por favor le ruega que sin leerlos queme y elimine todo rastro de ellos.


DON CARLOS
[...]
Pero es hombre singular,
y en el corto tiempo que                                                                            1225
le trato rasgos noté
que son dignos de extrañar.
(Pausa.)
¿Y de Calatrava el nombre
por qué así le horrorizó
cuando pronunciarlo oyó?...                                                                    1230
¿Qué hallará en él que le asombre?
[...]
¿Podrá ser este el traidor,
de mi sangre deshonor,
el que a buscar vine aquí.
[...]
¿A quien mi vida salvó,
y que moribundo está,                                                                               1245
matar inerme podrá
un caballero cual yo?
(Pausa.)
¿No puede falsa salir
mi sospecha?... Sí... ¿Quién sabe?...
Pero, ¡cielos!, esta llave                                                                             1250
todo me lo va a decir.

(Se acerca a la maleta, la abre precipitado, y saca la caja poniéndola sobre la mesa.)

Don Carlos reflexiona acerca de la identidad de Don Álvaro y piensa sobre el motivo de su espanto ante el nombre de Calatrava, comienza a considerar que pueda ser él el asesino de su padre. Piensa en acabar con su vida, pero recapacita. Finalmente, y después de haberlo meditado un momento, se decide a abrir el contenido de la caja:



DON CARLOS
Me impide abrirte el temblor
que me causa el recelar
que en tu centro voy hallar
los pedazos de mi honor.
(Resuelto y abriendo.)
Mas no, que en ti mi esperanza,                                                              1260
la luz, que me da el destino,
está para hallar camino
que me lleve a la venganza.
(Abre y saca un legajo sellado.)
[...]
¡Oh cielos! ¿Qué voy a hacer?
¿Y la palabra que di?
Mas si la suerte me da
tan inesperado medio
de dar a mi honor remedio,                                                                      1270
el perderlo ¿qué será?
Si a Italia sólo he venido
a buscar al matador
de mi padre y de mi honor,
con nombre y porte fingido,                                                                     1275
¿qué importa que el pliego abra,
si lo que vine a buscar
a Italia, voy a encontrar?...
[...]
Queda, ¡oh secreto!, escondido,                                                              1300
si en este legajo estás,
que un medio infame, jamás
lo usa el hombre bien nacido.
(Registrando la maleta.)
Si encontrar aquí pudiera
algún otro abierto indicio                                                                         1305
que, sin hacer perjüicio
a mi opinión, me advirtiera...
(Sorprendido.)
¡Cielos!... Lo hay... Esta cajilla,
(Saca una cajita como de retrato.)
que algún retrato contiene.
[...]

(La abre, y exclama muy agitado.) 

Primero se preocupa de que, al abrir la caja, rompa el pacto que le hizo a su reciente amigo. El honor parece cosa muy importante para Don Carlos. Aún así, decide hacerle caso a la posibilidad de que pueda tratarse del asesino de su padre, ya que si así lo fuera, podría cobrar su venganza. Abre la caja y en su interior...



DON CARLOS
¡Cielos!.. No... no me engañé,                                                                   1320
esta es mi hermana Leonor...
¿Para qué prueba mayor?...
Con la más clara encontré.
Ya está todo averiguado:
Don Álvaro es el herido.                                                                            1325
Brújula el retrato ha sido
que mi norte me ha marcado.
[...]
Mas... ¡ah!..., no me precipite
mi honra, cielos, ofendida.
Guardad a este hombre la vida
para que yo se la quite.



En el interior de la caja se encontraba un retrato de su hermana Leonor, y esto demostraba que la verdadera identidad de Don Fadrique no era otra que la de Don Álvaro, las pruebas eran evidentes. Tras descubrir la triste realidad, Don Carlos no pensaba en otra cosa que no fuera hacerle pagar por sus pecados al que acabó con su padre, pero esperaría a que este se recupere para poder así vengarse con honor en un duelo entre caballeros.


Y así concluye esta trepidante jornada con el descubrimiento de la verdad, y con la sed de venganza por parte de don Carlos de dar muerte a Don Álvaro, triste asesino accidental. Se marca, de esta forma, el inicio de la tragedia. Tragedia que no cabe duda se cobrará alguna que otra vida.

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