El fragmento en cuestión es un monólogo de Don Álvaro ubicado en la Jornada tercera, Escena III. Después de todo lo acontecido en las anteriores jornadas, como el intento de huida de los dos amantes (Don Álvaro y Leonor) y la muerte accidental del Marqués a causa de una bala perdida, nos encontramos en un escenario muy oscuro y salvaje, como podemos observar en las acotaciones, con cierto tenebrismo:
El teatro representa una selva muy oscura. Aparece al fondo DON ÁLVARO, solo, vestido de capitán de granaderos, se acerca lentamente, y dice con gran agitación.
La oscuridad del escenario ya nos remite a la pena y angustia que el personaje siente después de los trágicos hechos que le acaecieron. Los sentimientos que Don Álvaro nos transmite no son otros que frustración, pesimismo y desaliento por varios hechos, pero sobre todo por la incertidumbre de la posible muerte de sus amada Leonor, de la cual no conoce su paradero (los dos se separaron al huir después de la muerte del padre de esta).
A continuación, iremos analizando paso a paso todo el monólogo para conocer todos los pensamientos y sentimientos que pasan por la cabeza de este personaje en esta escena tan melodramática:
Don Álvaro, desesperado, carga contra sí mismo, contra su propia vida. Se siente desdichado de estar vivo, pues, consciente del destino que le acontece y de la suerte que ha tenido hasta el momento no puede sino lamentarse y entristecerse.
Luego, recalca como cuanto más infeliz y atormentado se vive, más parece el destino alargar la vida. Como ocurriría en el soliloquio de La vida es sueño de Calderón de la Barca, con el personaje de Segismundo, los dos personajes reflexionan sobre la vida y el destino, el sufrimiento de haber nacido. Nacer para sufrir, uno de los tópicos más importantes de esta etapa romántica. Ve tan lejos la muerte que el hecho de esperar es otro motivo para sufrir.
Aparece la primera referencia a Doña Leonor, cuando dice estar buscándola, pues la desaparición de esta posiblemente fuera la causa de este discurso. Él solo será feliz si logra encontrarla.
Encontramos referencias a ese sino, a ese destino que da nombre al título de la obra. Reflexiona sobre el origen de su desdicha, desde su nacimiento hasta su muerte, a la que reclama. Para él, la única vez que pudo consumar su amor con Leonor, hubiera sido de lo más dichoso que le hubiera podido ocurrir en toda su vida si le hubiese sonreído la fortuna.
Después, vemos algunas referencias al Perú cuando dice: abrasada zona / del imperio de Occidente, lo que nos revela su origen latinoamericano, cuyo parentesco le llevó a la península y lo que le llevaría a criarse entre bárbaros, como se puede leer en los siguientes versos, tras el trágico accidente del que fue testigo y a la vez, protagonista:
Tal desastre fue la muerte del Marques de Calatrava, que consiguió que este se apartara de su amor y así una serie de catastróficos hechos le sucumbieron en un amargo sufrimiento y en el que un sentimiento de culpa y de pesadumbre le conmueven. Y así empieza a recordar el por qué de su sufrimiento y amargo destino.
Sevilla, la ciudad natal de Leonor, los acontecimientos que allí sucedieron y la vorágine de recuerdos que le invaden, como el trágico accidente del disparo, le hacen suplicar a los cielos que estos acaben con su vida, no lo soporta más, quiere desfallecer de una vez o que éstos lo tranquilicen.
Tras esto, invoca a Leonor, suplicando que ésta la salve desde el cielo, pues la cree muerta, y ya nada puede apaciguarle. El amor le impide olvidarla y se refiere a su lucha como forma de encontrar su muerte en esa tierra a la que no pertenece. Para él morir por amor sería un honor, y por eso este pasaje podría ser una referencia al suicidio.
Y termina este monólogo con una serie de reproches a sus adeptos, implorando que el origen de su valentía no está en otra cosa que no sea el amor por su amada y la ausencia de ella será lo que colmará su muerte. Y si muere, será por ella, porque ya nada le importa y si no es en el campo de batalla, será el mismo quien se de a sí mismo muerte, sin importar que haya honor o no en ello, como acaba preguntando y dejando en el aire para que el autor recapacite.
Entonces, Don Álvaro se muestra así en este monólogo, con ese tono bastante melancólico, oscuro y suicida. Sin su amada ya no hay quien lo consuele y este soliloquio a modo de desahogo será lo que le acercará al público y poder mostrar sus verdaderos sentimientos, estableciendo cierto orden entre ellos. Se augura ya el trágico destino que le espera a nuestro protagonista, que como ya mencionaba en algunos de sus versos, se decide en cuanto uno nace.
A continuación, iremos analizando paso a paso todo el monólogo para conocer todos los pensamientos y sentimientos que pasan por la cabeza de este personaje en esta escena tan melodramática:
DON ÁLVARO
(Solo)
¡Qué carga tan insufrible
es el ambiente vital
para el mezquino mortal
que nace en signo terrible!
¡Qué eternidad tan horrible 895
la breve vida! Este mundo,
¡qué calabozo profundo
para el hombre desdichado
a quien mira el cielo airado
con su ceño furibundo! 900
Don Álvaro, desesperado, carga contra sí mismo, contra su propia vida. Se siente desdichado de estar vivo, pues, consciente del destino que le acontece y de la suerte que ha tenido hasta el momento no puede sino lamentarse y entristecerse.
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más amarga,
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.
Si nos está concedida 905
sólo para padecer,
y debe muy breve ser
la del feliz, como en pena
de que su objeto no llena,
¡terrible cosa es nacer! 910
Al que tranquilo, gozoso,
vive entre aplausos y honores,
y de inocentes amores
apura el cáliz sabroso;
cuando es más fuerte y brioso, 915
la muerte sus dichas huella,
sus venturas atropella;
y yo, que infelice soy,
yo, que buscándola voy,
no pudo encontrar con ella. 920
Luego, recalca como cuanto más infeliz y atormentado se vive, más parece el destino alargar la vida. Como ocurriría en el soliloquio de La vida es sueño de Calderón de la Barca, con el personaje de Segismundo, los dos personajes reflexionan sobre la vida y el destino, el sufrimiento de haber nacido. Nacer para sufrir, uno de los tópicos más importantes de esta etapa romántica. Ve tan lejos la muerte que el hecho de esperar es otro motivo para sufrir.
Aparece la primera referencia a Doña Leonor, cuando dice estar buscándola, pues la desaparición de esta posiblemente fuera la causa de este discurso. Él solo será feliz si logra encontrarla.
Mas ¿cómo la he de obtener,
¡desventurado de mí!,
pues cuando infeliz nací,
nací para envejecer?
Si aquel día de placer 925
(que uno solo he disfrutado),
Fortuna hubiese fijado,
¡cuán pronto muerte precoz
con su guadaña feroz
mi cuello hubiera segado! 930
Para engalanar mi frente,
allá en la abrasada zona,
con la espléndida corona
del imperio de Occidente,
amor y ambición ardiente 935
me engendraron de concierto;
pero con tal desacierto,
con tan contraria Fortuna,
que una cárcel fue mi cuna
y fue mi escuela el desierto. 940
Encontramos referencias a ese sino, a ese destino que da nombre al título de la obra. Reflexiona sobre el origen de su desdicha, desde su nacimiento hasta su muerte, a la que reclama. Para él, la única vez que pudo consumar su amor con Leonor, hubiera sido de lo más dichoso que le hubiera podido ocurrir en toda su vida si le hubiese sonreído la fortuna.
Después, vemos algunas referencias al Perú cuando dice: abrasada zona / del imperio de Occidente, lo que nos revela su origen latinoamericano, cuyo parentesco le llevó a la península y lo que le llevaría a criarse entre bárbaros, como se puede leer en los siguientes versos, tras el trágico accidente del que fue testigo y a la vez, protagonista:
Entre bárbaros crecí,
y en la edad de la razón,
a cumplir la obligación
que un hijo tiene, acudí;
mi nombre ocultando, fui 945
(que es un crimen) a salvar
la vida, y así pagar
a los que a mí me la dieron,
que un trono soñando vieron
y un cadalso al despertar. 950
Entonces, risueño un día,
uno solo, nada más,
me dio el destino, quizás
con la intención más impía.
Así en la cárcel sombría 955
mete una luz el sayón,
con la tirana intención
de que un punto el preso vea
el horror que le rodea
en su espantosa mansión. 960
Tal desastre fue la muerte del Marques de Calatrava, que consiguió que este se apartara de su amor y así una serie de catastróficos hechos le sucumbieron en un amargo sufrimiento y en el que un sentimiento de culpa y de pesadumbre le conmueven. Y así empieza a recordar el por qué de su sufrimiento y amargo destino.
¡Sevilla! ¡Guadalquivir!
¡Cuál atormentáis mi mente!...
¡Noche en que vi de repente
mis breves dichas huir!...
¡Oh, qué carga es el vivir! 965
¡Cielos, saciad el furor!
Sevilla, la ciudad natal de Leonor, los acontecimientos que allí sucedieron y la vorágine de recuerdos que le invaden, como el trágico accidente del disparo, le hacen suplicar a los cielos que estos acaben con su vida, no lo soporta más, quiere desfallecer de una vez o que éstos lo tranquilicen.
Socórreme, mi Leonor,
gala del suelo andaluz,
que ya eres ángel de luz
junto al trono del Señor. 970
Mírame desde tu altura
sin nombre en extraña tierra,
empeñado en una guerra
por ganar mi sepultura.
¿Qué me importa, por ventura, 975
que triunfe Carlos o no?
¿Qué tengo de Italia en pro?
¿Qué tengo? ¡Terrible suerte!
Que en ella reina la muerte,
y a la muerte busco yo. 980
Tras esto, invoca a Leonor, suplicando que ésta la salve desde el cielo, pues la cree muerta, y ya nada puede apaciguarle. El amor le impide olvidarla y se refiere a su lucha como forma de encontrar su muerte en esa tierra a la que no pertenece. Para él morir por amor sería un honor, y por eso este pasaje podría ser una referencia al suicidio.
¡Cuánto, oh Dios, cuánto se engaña
el que elogia mi ardor ciego,
viéndome siempre en el fuego
de esta extranjera campaña!
Llámanme la prez de España, 985
y no saben que mi ardor
sólo es falta de valor,
pues busco ansioso el morir
por no osar el resistir
de los astros el furor. 990
Si el mundo colma de honores
al que mata a su enemigo,
el que lo lleva consigo,
¿por qué no puede...?
Y termina este monólogo con una serie de reproches a sus adeptos, implorando que el origen de su valentía no está en otra cosa que no sea el amor por su amada y la ausencia de ella será lo que colmará su muerte. Y si muere, será por ella, porque ya nada le importa y si no es en el campo de batalla, será el mismo quien se de a sí mismo muerte, sin importar que haya honor o no en ello, como acaba preguntando y dejando en el aire para que el autor recapacite.
Entonces, Don Álvaro se muestra así en este monólogo, con ese tono bastante melancólico, oscuro y suicida. Sin su amada ya no hay quien lo consuele y este soliloquio a modo de desahogo será lo que le acercará al público y poder mostrar sus verdaderos sentimientos, estableciendo cierto orden entre ellos. Se augura ya el trágico destino que le espera a nuestro protagonista, que como ya mencionaba en algunos de sus versos, se decide en cuanto uno nace.
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