miércoles, 11 de junio de 2014

Se cierra el telón


Después de dos meses, queda por concluida la subida de entradas a este blog. Gracias por vuestro apoyo. Espero que haya sido de vuestro agrado, queridos lectores.

Un saludo y que pasen un buen verano.

Me despido.

Adrián Mirando Pavón

Se cierra el telón.

Un paseo por la historia del franquismo. «Los niños perdidos» (2ª parte)

Seguimos leyendo y después de varios diálogos y juegos, nos encontramos a Tuso intentando calmar al Cucachica cantándole un himno eucarístico y a Lázaro y a Marqués como poseídos por el espíritu de la Falange, cantando sus melodías más populares para sacarles de quicio:
Marqués. (...) Menuda tontería de canción. Las canciones más bonitas son otras, son como esa de (Canta marcialmente, pero con doble intención, con mucha maldad, sabiendo perfectamente lo que va a provocar.)
     Prietas las filas 

     recias, marciales 
     nuestras escuadras van, 
     cara al mañana,
     que nos promete 
     patria, justicia y pan
Tuso. ¡Cállate!
Lázaro y Marqués. 
     Mis camaradas 
     fueron a luchar, 
     el gesto alegre
     y firme el ademán. 
     La vida a España 
     dieron al morir; 
     hoy grande y libre 
     nace para mí. 
     [...]
     Lánzate al cielo, 
     flecha de España, 
     que un blanco 
     has de encontrar;
     busca el imperio, 
     que ha de llegarte 
     por cielo, tierra y mar.
     [...] 
     Ya las banderas 
     cantan victoria 
     al paso de la paz 
     y han florecido, 
     rojas y frescas 
     las rosas de mi haz.
Estas canciones eran muy importantes en la historia política franquista, pues eran las canciones que se enseñaban a los niños como nos hemos querido referir antes como medida anti-republicanista, también eran muy comunes los lemas, tales como «¡La España una, grande y libre!» o «¡Arriba España! ¡Viva Franco! ¡Bien! ¡Bien!» que mencionan los niños cuando Lázaro improvisa un teatrillo y usando una muñequita con los símbolos de la Falange comienzan a cantar y a nombrar a coro el himno de «La Organización Juvenil».


Niños celebrando la victoria franquista en la Cibeles.
Los niños estaban recluidos en estos centros y orfanatos y estaba totalmente prohibido cualquier tipo de contacto con sus familiares que se mostraban contrarios a la dictadura, por eso les confiscaban las cartas que recibían:
Lázaro. (...) como te has portado mal y estás castigado... tendrás que esperar a la próxima. (Rompe el paquete.) ¡Ohhhhh! ¡Qué lástima, porque sí que son tebeos, y viene carta de tus tíos! ¡Qué pena, con la ilusión que te hacía!
Todos. ¡Mala! ¡Bruja! ¡Mala!
Y una vez más: «Si estáis aquí, arrancados de la miseria material y moral, es por pura caridad», se maltrataba psicológicamente a estos niños en estos orfanatos, como ya habíamos mencionado anteriormente. Ripoll retrata los terribles cuadros que presentaban las paredes de estos hospicios de Auxilio Social donde los niños eran tratados como escoria, manifestando así la crueldad de estas monjas. 
Sonido de aviones. Los niños quedan paralizados. El sonido se acerca peligrosamente. 
Cuca. ¡Los alemanes! ¡Son los alemanes! 
Los aviones comienzan a bombardear. Los niños se tiran al suelo. Lázaro sale de su escondite y se reúne con los otros. Sobre el ruido de las bombas retumban los pasos y las carreras fuera. Se escuchan voces, gritos, susurros espectrales, como venidos de otra dimensión, que repiten frases y palabras inconexas, sin sentido aparente.
Las voces y los bombardeos significarían el trauma que los niños tienen después de haber sufrido en sus carnes los estragos de una guerra. Los recuerdos que inundaban sus cabezas los atemorizaban y veían y oían cosas que no es que estuvieran ocurriendo, sino que ya habían vivido.

Estos niños, traumatizados y desolados intentaban distraer la mente jugando pero era inevitable la evocación a esos recuerdos que les marcaron de por vida, como el caso de Cuca, que jugando a los trenes, no pudo evitar acordarse de su madre y de cómo se separó de ella cuando lo encerraron en un vagón con muchísimos niños, que también se dirigían a los hospicios tras la muerte o encarcelamiento de sus padres, en condiciones infrahumanas, como ya mencioné anteriormente:
Cuca. (...) Y mi mamá gritaba: «¡Mi niño, mi niño, que no se lleven a mi niño». (...) Y pasaban los días y no llegábamos a ninguna parte. (...) Y hacía mucho frío. Y entonces abrió la puerta un guardia civil y dijo: «¡Qué mal huele», y dijimos: «Es que se han muerto unos niños». Y nos dieron una lata de sardinas. Y otro guardia dijo: «Son los del destacamento hospicio», (...) y sacó a los niños muertos y cerró la puerta. (...) Pero es que sus mamás o debían ser como la mía, aunque también estuviesen presas. (...) Y llegamos aquí y me cortaron el pelo, y no he vuelto a ver a mi mamá. (...) «¿Tu mamá? A ésa la han fusilado porque era una roja muy malísima». Entonces me hice pis y me dieron una paliza por guarro y, como todas las noches me meo en la cama, me pusieron la sábana con los meaos por encima y me encerraron en este desván, solito y a oscuras, para ver si se me pasaba. Pero no.
Y tras estas tristes palabras se confirma nuestra teoría, las monjas que violentaban a las pobres criaturas, el fusilamientos de sus padres republicanos, la reprimenda que recibían solo por ser hijos de estos y la miserable travesía que debían soportar aquellos niños en aquellos nauseabundos vagones llenos de heces, orina y niños muertos, una imagen demasiado macabra y cruel como para que la presenciase un niño... Pero esta es la cruda realidad de una Guerra Civil y de su inmediata posguerra.


Fotografía tomada por Agustí Centelles, Los niños de la guerra. Niños que fueron evacuados cuando se produjo el conflicto.
Luego Marqués, para evadirse de la realidad se inventa que él ha venido en un vagón de primera y se pelea con Lázaro, Tuso intenta calmar al Cucachica volviéndole a cantar, esta vez con gorgoritos, otro de sus himnos eucarísticos. Durante la dictadura, se expandió muchísimo la religiosidad y la Semana Santa se convirtió en una tradición muy respetada, las personas en aquella época eran muy devotas.

La violencia genera violencia, y estos niños soñaban con la muerte de las monjas, sobre todo de la ya mencionada Sor, aunque, como veremos ahora, Tuso ya la habría matado (por eso se hacía pasar por ella), no es que cuando Tuso se disfrazara de ella, esta apareciera, es que cuando Tuso se disfrazaba, les invadían a estos niños los horribles recuerdos, recuerdos que nos llevan a la conclusión de que esta monja ya había acabado con la vida de estos niños:
Cuca. Yo no quiero que me vuelva a tirar por la ventana.
Marqués. Toma, ni yo que me de de palos hasta echar sangre por la boca...
Y más recuerdos de cuando separaban a los niños de sus padres, y evidencias que nos hacían saber de las mujeres que eran encarceladas estando embarazas y daban a luz en prisión, de ahí que muchos niños ni llegasen a conocer a sus padres, fue una auténtica masacre:
Lázaro. Yo no me acuerdo mucho de mis padres, la verdad.
Tuso. Jo, qué suerte, tenéis padres.

Lázaro. Era muy pequeño y un día les vinieron a buscar a casa unos falangistas y se los llevaron y no les volví a ver.
Además del desamparo que sufrieron, también sabemos del impacto que tuvo en la población civil los bombardeos de aviones alemanes con estas palabras:
Lázaro. Había montones de muertos en las aceras y nos daba muchísimo miedo porque algunos de los muertos los conocíamos. Luego les prendieron fuego con gasolina y olía muy mal, pero mis padres no volvían.
Luego el sometimiento de estos niños a la pérdida de su identidad por parte de las monjas, que les cambiaban el apellido en estos hospicios:
Lázaro. ¿Y sabéis lo más emocionante? que a cada asilo que iba, las monjas iban y me cambiaban el nombre: (...) me pusieron (...) Expósito. Y yo no soy Expósito (...) mi padre se llama Lázaro Alonso y mi madre (...) Visi, Quintana, que de eso sí que me acuerdo perfectamente.
Y tras varias desdichas y anécdotas de estos niños, se descubre el pastel, los niños estaban muertos y no eran más que objeto de la imanación o recuerdo de Tuso, Sor los había matado, y Tuso se había vengado tirándola por la escalera y acabando con su vida, y tras el revuelo, las demás monjas no sabían como reaccionar ante tales atrocidades:
Tuso. Al final conseguí que subiera sor Irene y cuando os vio tiesos y llenos de sangre casi se vuelve loca. Decidieron no dar parte para no formar un escándalo. Total, ya erais niños perdidos. Al fin y al cabo los niños de aquí no existen. Son como fantasmas y nadie va a reclamar por ellos. Mejor echar tierra encima, nunca mejor dicho.
Laila Ripoll, rompe de esta forma con esa lógica de realidad ficcional, convirtiendo a los protagonistas de su teatro en "fantasmas", en recuerdos que solo existían en la mente de uno de ellos, Tuso; y el desván, aparentemente vacío y cerrado se abre finalmente para liberar a esos niños que ya pueden descansar en paz después de haberse desahogado contando las penurias por la que tuvieron que pasar. Haciéndose así la luz. Y así Ripoll conmemoró a su familia y a todas las familias que fueron testigos de estas crueldades y que nadie vuelva a callar nunca más la voz del pueblo.

Un paseo por la historia del franquismo. «Los niños perdidos» (1ª parte)

Las dos próximas entradas estarán dedicadas a la obra de Laila Ripoll, sí, en efecto, nos referimos a Los niños perdidos, la cuál, ella misma escribió y dirigió, además de estrenarla en 2005 en Madrid. Con esta obra pretendía honrar, de alguna manera, a la memoria de tantos miles de huérfanos republicanos que cuando estalló la Guerra Civil (1936-1939) fueron ingresados en los hogares de la Obra Nacional de Auxilio Social[1]

Y es que Laila Ripoll, como dijo en una entrevista concedida por José Henríquez, «le debía esta historia a su gente, a sus abuelos y a tanta gente que se quedó en el camino». ¿Pero qué cuenta realmente esta historia? Pues en resumidas cuentas, se trata de la historia de cuatro niños huérfanos: Lázaro, Marqués, Cucachica y Tuso que parecen estar refugiados en un orfanato abandonado de la mano de Dios y que sufren los malos tratos (tanto físicos como psicológicos) de una monja ciega llamada Sor. Esta monja se revelará durante la representación que se trata de Tuso, que se hacía pasar por ella, y esto, el origen y el final de estos niños se irá revelando a través de un fenómeno de catarsis colectiva que no os dejará indiferentes. Estos niños arrastran consigo mucha historia, historia que Ripoll ansiaba por contar, pues a ello se ha dedicado la mayor parte de su obra: a salvaguardar la memoria de todos aquellos que sufrieron en sus propias carnes las durísimas represalias del franquismo, la Guerra Civil y la consecuente posguerra; y denunciar así toda la violencia que se ejerció sobre las criaturas más inocentes y frágiles del mundo: los niños.

Bien, después de esta breve introducción, abrimos las páginas del libro[2], y tras una rápida lectura descubrimos a Lázaro, orinando por una ventana del desván, al Marqués y al más joven de los niños: Cucachica. Los tres niños parecen estar escondiéndose de una cruel monja ciega que viene de vez en cuando con comida (durante el conflicto bélico, el hambre se extendió más allá de la península incluso). La monja estaba cabreada porque los niños se escondían de ella, debido a que esta ya los había maltratado en alguna que otra ocasión y tenían miedo. Entonces inicia un monólogo en el que pone de manifiesto su rechazo hacia las familias de estos niños, sin tener ellos culpa de nada, haciendo referencia también a la Sección Femenina liderada por Pilar Primo de Rivera y las órdenes religiosas que se encargaban de educar a los hijos de los republicanos que habían sido encarcelados o asesinados:
Sor. (...) Sois la hez de este mundo y del otro. Piojosos. ¡Judíos! Habéis heredado de vuestros progenitores los siete pecados capitales. Y en las llamas del infierno os habéis de condenar. (...) Mejor hubiera sido haber acabado con vosotros igual que con vuestros padres. (...) Bendito, bendito tracoma, porque ahora tengo dos padres y dos madres: Dios y la Santísima Vírgen y el Caudillo y Pilar Primo de Rivera. (...) Pedí a la superiora que me ayudara y escribí una carta penal para la señora que me había parido: «Señora: déjeme usted en paz. Ahora sé que mi padre era un criminal y bien fusilado está. Aquí me han abierto los ojos y no quiero saber nada más de su familia de asesinos. Voy a tomar los hábitos. Mari Carmen ha muerto, ahora soy sor Resurrección del Señor. Le ruego que se olvide de que alguna vez tuvo usted una hija.»
Después de leer esto, no pude evitar acordarme del famoso caso de los niños robados, y de una de las más crueles y despiadadas de sus protagonistas: sor María Gómez Valbuena, la cual ya falleció a principios del año pasado. Durante la Guerra Civil Española fueron robados muchos niños. Eran los hijos de Republicanos (enemigos de Franco), que habían sido asesinados o encarcelados durante la represión. Se estima que la cifra de todos estos "niños perdidos" se encuentra entre los 30.000 y 300.000 niños.

También descubrimos con esta lectura el pasado de tantas mujeres que se movilizaban en contra de Franco o que sencillamente eran las mujeres de algún militante encarcelado por resistirse a la dictadura. Y Sor parece que se afilió a la Sección Femenina que lideraba Pilar Primo de Rivera con la intención de transmitir los valores falangistas y por eso este pequeño discurso de la monja hacia su madre.


Propaganda de la Sección Femenina de la FET y de las JONS.
Muchos de estos niños de los que venimos hablando murieron o fueron robados, pero también fueron llevados a hospicio de Auxilio Social después de que la madre fuera fusilada. Separaban a los niños de sus padres y los trataban psicológicamente para que no pensasen como ellos, para suprimir en ellos cualquier idea republicana, erradicar el "republicanismo" (considerado como una enfermedad durante el franquismo). Lavaban el cerebro de estos pobres críos haciéndoles creer que la hispanidad era una raza superior.

Muchos de estos niños fueron trasladados y retenidos en Francia, Rusia y otros países durante la dictadura. Eran alejados de los otros niños en las instituciones estatales. Y sufrieron maltrato físico y psicológico por el mero hecho de ser hijos de republicanos:
Lázaro. Además, luego te toca hacer de la señora inspectora de la Sección Femenina, que no es mala.

Tuso. No, qué va.

Lázaro. No es muy mala, cuando vino nos dieron postre y un juguete.
Tuso. Sí, pero cuando se fue nos lo quitaron y nos mataron de hambre una semana.
Cuca. Y a mí me dieron una paliza (...) y me encerraron aquí otra vez por haberme hecho pis.
Vemos en este fragmento la crueldad de las monjas y a las vejaciones a las que eran llevados estos pobres niños, en cuanto los dejaban sin vigilancia.

Después de una acotación, descubriremos que la monja no era otro que Tuso disfrazado y haciéndose pasar por ella. Es como si los niños, faltos totalmente de afecto, desamparados y tristemente olvidados en aquel lugar, tuvieran que jugar y/o revivir las atrocidades que vivieron.

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[1] Más sobre el Auxilio Social y la educación de los pobres en este artículo: http://www.forodeeducacion.com/numero10/011.pdf
[2] RIPOLL, Laila. Los niños perdidos. Intro. de Francisca Vilches de Frutos. Oviedo: KRK ediciones, 2010.

La paz utópica y la violencia justificada en «La paz perpetua»

Como ya dijimos en la entrada anterior, Kant, en su ensayo Sobre la paz perpetua, expone una sucesión de preceptos de conducta entre unos estados con otros orientados a lograr la paz universal. Basándose en los derechos del individuo, emprenderá la conjugación del orden y la libertad de este. 


Antes de someterse a ningún control, propone Kant, la naturaleza supondría el estado en que se encontraría el ser humano. De manera optimista, pensaría que la naturaleza tiene como destino la paz universal y la armonía (por así decirlo) entre los hombres. Pero considera también que este estado no dejará de estar amenazada constantemente por las guerras. Pues significaría que los hombres estarían sujetos a sus instintos más vehementes y en riesgo de la permanencia de disputas, hablando claro desde el punto de vista de que no existirían leyes que regulasen cualquier tipo comportamiento.

Para evitar esta amenaza, el hombre debe prescindir de la naturaleza como estado e instaurar un cuerpo jurídico que lo controle, es decir, organizaciones de carácter oficial encargadas tanto a la defensa nacional como a garantizar la soberanía e independencia del país, defender el territorio y orden constitucional. Entonces, el Estado civil mantiene la necesidad de establecer un orden que mitigue esa maldad humana de la que venimos hablando y que nos conduce directamente a la guerra y al caos. Sin olvidarnos tampoco del respeto a la soberanía popular y a los derechos del individuo. Esta idea de Kant está fundada en los principios de la razón de la Crítica de la Razón Pura.


Guerra y paz, escultura en hierro de Raúl Antonio Domínguez (Rincón de los Sauces)
Y es que, repasando la historia, vemos como esta idea de Kant se va nublando quedándose en un mera utopía. Después de dos guerras mundiales, ¿queda algo de esperanza en el ser humano? ¿Será posible la paz universal en el futuro? Parece que Mayorga mantiene sus esperanzas en ello, y es por eso que nos propone esta polémica reflexión en su obra.

La moral, otro tema recurrente, vemos como se manifiesta en esta conversación entre Odín y Casius, en la que deliberan si, como reza el dicho: «ni los buenos son tan buenos, ni los malos, son tan malos», ¿el fin justifica los medios? ¿es justo combatir la violencia con violencia?
Casius. ¿Le da igual ellos que nosotros?
Odín. ¿Ellos? ¿Los malos? Los hay, ya lo creo que los hay, hombres malos. Si no, no habría (...) millones de hombres viviendo como perros, los hay. Dígame, Casius, quiénes son, según usted, los malos, y yo haré como que ellos son los malos, sabré hacerlo. He hecho cosas peores. Dar la bienvenida a un gilipollas con sus zapatillas en la boca, eso sí que es una mierda.
Al contrario que Odín, el perro Enmanuel, se muestra reticente ante la violencia, pues como el autor que le da nombre, sueña con la paz universal y de como reinará al fin la hospitalidad en el mundo y nadie volverá a sentirse extranjero en ningún lugar. Esta idea la aprendió de su dueña Isabel, que menciona más adelante, avecinándose ya el final del experimento.

La última prueba que impondrá el ser Humano a estos perros, será una cuestión moral, y se trata de atacar o no a un posible sospechoso de tener información sobre un próximo atentado terrorista. Debido a las debilidades que han ido mostrando estos canes a lo largo de la representación, no quedaba otra que ponerlos a prueba, el Humano pulsa el cronometro y el tiempo apremia:
Humano. Antes de tomar una decisión, queremos, señores, que compartan nuestras dudas. Quizá ese hombre realmente no sepa nada. Y aunque sepa, si lo tocamos, si tocamos a ese hombre desarmado, ¿no justificaríamos su tenebrosa visión del mundo? ¿En qué nos distinguiremos de él, si despreciamos la Ley? Si ese hombre no tiene derechos, ¿no están también los míos en peligro, los de todos los hombres, la democracia? Luchamos por valores. Sin embargo, personas inocentes pueden estar a punto de morir.
Se inicia de esta forma una paradoja que, evidentemente, Jhon-Jhon y Odín, reaccionan de manera violenta contra este posible terrorista, sin embargo, Enmanuel, el verdadero motivo por el cual se está llevando a cabo el susodicho experimento, no sabe qué hacer frente a ello:
Humano. (A Enmanuel) Ellos ya han tomado una decisión. Usted, en cambio, duda. Apreciamos sus dudas. Tenemos muchas esperanzas puestas en usted. Usted no tiene la fuerza de Jhon-Jhon ni el olfato de Odín, pero tiene un corazón sabio. Queremos ese corazón, si podemos confiar en él.
[...] 
Enmanuel. Usted lo ha dicho: si tocamos a ese hombre, justificaremos su tenebrosa visión del mundo. (...) ¿en qué nos distinguiremos de él, si despreciamos la ley? Si ese hombre no tiene derechos, también los suyos están en peligro. Los de todos los hombres, la democracia. Luchamos por valores.
El Humano propone entonces que «para salvar la ley, quizá excepcionalmente sea necesario suspenderla», y es por eso por lo que le propone lo siguiente a Enmanuel, y a lo que él responde:
Humano. (...) Pero esa decisión sólo debe tomarla alguien que sienta un profundo amor por la ley. Alguien que nunca emplee la violencia para humillar, ni para vengarse, ni para castigar. 
Enmanuel. Nos ganaremos su odio, el de sus hijos, el de sus hermanos. Tenemos que ofrecerle justicia, no odio.
[...] 
Humano. Nunca el perro fue tan necesario al hombre. Distinguir entro lo justo y lo injusto, eso hoy sólo puede hacerlo el corazón de un perro. La humanidad está en peligro, no nos abandonen. Estamos luchando contra animales.
Así critica Mayorga a la sociedad actual, que está ya tan deshumanizada, que tendría que existir una persona animalizada para poder así comprender la gravedad del asunto. Al final, Enmanuel se interpondrá en el camino de Jhon-Jhon y Odín, que deciden hacer caso al Humano. Enmanuel perece en la reyerta. Un trágico final para un perro que descubrió el verdadero valor de la vida humana.

El triunfo de la Muerte, del pintor Pieter Brueghel el Viejo (1562).
Espero que la lectura de este artículo sirva de reflexión para todos aquellos que se preguntan de si verdaderamente es necesario el uso del mal para combatir el mal y de si sacrificar una vida para salvar otras muchas, merece verdaderamente la pena.

El terrorismo en «La paz perpetua»

La paz perpetua es, en palabras del propio Juan Mayorga:
«Un texto que responde a un desafío que me hace Gerardo Vera, que hace unos años me desafía a confrontarme como dramaturgo con el tema del terrorismo... [...] Estos tres perros son un pastor alemán, un rottweiler impuro y un perro de laboratorio híbrido de distintas razas, que luchan como digo por una plaza en unos exámenes que constarán por un lado de una prueba práctica y luego de un examen psicotécnico, luego de una entrevista personal y quizá de una prueba sorpresa, todas las cuales serán evaluadas por un cuarto perro, un veterano, que es un labrador, y que tendrá a su lado a un ser humano que cuidará y quizá, al mismo tiempo, observe a los tres perros candidatos.»
Así nos introduce esta obra dramática en un vídeo de presentación en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), vídeo que podéis ver clicando aquí.

Representación teatral de La paz perpetua en la TNC.
Estamos pues, ante una sobrecogedora metáfora de nuestro mundo, un mundo que incita a la lucha por sobrevivir; un texto protagonizado por animales (fórmula que ya Mayorga había utilizado, por ejemplo, en Últimas palabras de Copito de Nieve y La tortuga de Darwin), pero enraizado profundamente en la psicología de la existencia humana.


Para la escritura de este texto, Mayorga, se basó en Sobre la paz perpetua (Zum ewigen Frieden. Ein philosophischer Entwurf), obra filosófica/política de Inmanuel Kant, compartiendo así el mismo título. Kant en su texto, ponía de manifiesto un tema recurrente de su época y se trataba de la paz utópica y el "mal necesario". El mismo título ya había sido utilizado antes por otro autor, Charles-Irénée Castel de Saint-Pierre (Abad de Saint-Pierre), que el propio Jean Jacques Rousseau había analizado y comentado en varios de sus ensayos.

En la obra de Kant se establecen dos citas en dos apéndices diferentes:
Parafraseando al evangelio: Buscad ante todo acercaros al ideal de la razón práctica y a su justicia; el fin que os proponéis –la paz perpetua– se os dará por añadidura. (Apéndice 1) 
Las acciones referentes al derecho de otros hombres son injustas, si su máxima no admite publicidad. (Apéndice 2) 
Tratando así la problemática de la moral frente a la política. Y es que, Mayorga, con esta obra teatral plantea, de esta forma, la cuestión del terrorismo, pero desde la perspectiva de sus consecuencias políticas y morales en lo que sería la fórmula de democracia actual.

El argumento de La paz perpetua se centra básicamente en la cuestión moral del uso de medidas que instauren la seguridad para la prevención de ataques terroristas. Los temas principales serían la tortura, la violencia, la autoridad, la justicia.

Otro aspecto recurrente y que nos ha llamado la atención es el recurso literario de la "animalización", ya usado por Cervantes en El coloquio de los perros y también por Valle-Inclán en Luces de bohemia. Manuel Barrera Benítez proponía también, en su introducción al libro (edición de KRK[1]), La metamorfosis de Kafka, para explicar así el uso de estos animales como ejemplo, fábula, o llamémoslo enseñanza de lo que conlleva el terrorismo, la defensa de esto y la tortura moral.

Entonces, tenemos cuatro perros: Odín, Enmanuel y Jhon-Jhon, también al veterano Casius, pero los tres primeros serán los principales protagonistas. Los tres perros despiertan en una sala de pruebas y en ella comenzarán a competir entre ellos por un supuesto collar, al que a lo largo de la obra, se le irá aludiendo. El ganador de este collar será el perro elegido para combatir el terrorismo del que ya venimos hablando desde un primer momento en esta entrada:
Enmanuel. Están buscando el perro perfecto. El perro diez. Llevan siglos buscándolo. ¿Sabías que los dóberman no son naturales?
[...] 
John-Jhon. Seleccionen a los cachorros de mejor pedigrí. (...) En este tiempo te condicionan a no llorar aunque te duela algo, a aguantarte el hambre y la sed y, sobre todo, a no tener miedo. A todas horas te ponen ruidos de explosiones, para acostumbrar los nervios. Luego viene la especialización: narcóticos, inmigración o seguridad. Pero no puedes elegir: a los mejores nos mandan a seguridad. Enseguida empiezas las prácticas: embajadas, estadios, aeropuertos... Te preparan para reaccionar en cualquier circunstancia. De pronto, te sueltan en un súper lleno de gente y tienes que neutralizar a un hombre-bomba.
Se refiere a la búsqueda y/o adiestramiento de una raza de perro que sea de ayuda en una coalición anti-terrorista llamada K7, estamos en un momento donde recientemente ocurrieron los atentados del 11 de marzo de 2004 (11-M), donde cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid fueron víctima de varios ataques terroristas perpetrados por una célula local de yihadistas, llamada Al-Qaeda. Fue considerado el segundo peor atentado cometido hasta la fecha en Europa.

Titular de EL PAIS cuando los atentados del 11-M
Esto provocó cierta preocupación, miedo y revuelo en aquellos años, y bueno, Mayorga tenía el encargo de escribir sobre ello, y es de suponer que este atentado, y otros también conocidos como los del 11-S, servirían al autor como inspiración para escribir esta representación tan singular.
Enmanuel. Si Casius te plantea el tema «Dios», ¿has pensado qué contestar? (...) Muchos de esos que van por ahí poniendo bombas dicen que tienen a Dios a su lado. Matan en nombre de Dios. Pero ¿qué quieren decir con «Dios»?
Mayorga plantea aquí su crítica hacia este terrorismo de origen islamista, pero proponiendo una solución, la de que si realmente es la religión la causante del problema, ya que a lo largo de los años se han vetado a muchas personas por el simple hecho de creer en Alá. Pero somos conscientes de que la fe no es el único ingrediente que pueda incitar a la violencia, pues la ideología política también ha sido un motivo recurrente para la ejecución de actos verdaderamente horribles (véase, por ejemplo, el «Holodomor» de Stalin, o el «Holocausto judío» por parte de Hitler), así como también el tema fundamental y en el que hoy por hoy se mueve el mundo que no es otra que por motivos económicos, la mayoría de las veces, pero al fin y al cabo se resume en ideología político-religiosa. Falsa sensación de democracia que justifica violencia y corrupción.

¿Y es que será verdad (como trata de hacernos reflexionar Mayorga) que los gobernantes o el pueblo han de estar por encima de la ética, de la moral y de las leyes vigentes para conseguir sus objetivos o llevar a cabo sus planes? 

Pase lo que pase, habrá que encontrar la mejor manera de salvaguardar la paz, la paz utópica que sugería Kant y que ya señalamos al principio de esta entrada.

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[1] MAYORGA, Juan. La paz perpetua. Intro. de Manuel Barrera Benítez. Oviedo: KRK ediciones, 2009.

Jose Luis Alonso de Santos, «Salvajes». Análisis de la obra (2ª parte)

Seguimos con el análisis de la obra, y la conversación que estaban manteniendo Berta y el Comisario.


Berta intentará por todos los medios salvar a Mario y Raúl del apuro en que están metidos. Y mientras el argumento del Comisario tan generalizado que mantiene la sociedad española se muestra en contra de estos “salvajes”, Berta habla de las familias de estos, que tienen que soportar las consecuencias y cuán injustas son estas: 

Comisario. Lo único que sé es que gente así está mejor en la cárcel que mandando personas al hospital. O al cementerio.

Berta. Haré lo que pueda para que no vayan a la cárcel, se lo aseguro. La cárcel es el infierno, no sé si lo sabe usted, que ha mandado tantos a ella. Lo que pasa es que usted está de ese lado de la mesa, y yo de éste.
Comisario. Lo siento. En este caso no pienso como usted. Y no voy a mover un dedo para que esos angelitos anden sueltos partiendo la cabeza al primero que pillen.
Berta. Usted lo tiene todo muy claro: los buenos a un lado, los malos, los que "nacen así" según usted, al otro, y a encerrarlos en la cárcel como a animales, o a matarlos para que nos dejen vivir en paz.
Alonso de Santos muestra su justificación del título de la obra, criticando así la sociedad española del momento : 


Con Salvajes, Alonso de Santos trata de criticar la sociedad española del momento de la escritura de la obra y, asimismo, analiza la situación de los jóvenes y su malestar reinante. El título no califica a los jóvenes de hoy, sino a lo que la sociedad hace de ellos. No se termina de fiar de esa sociedad de fin de milenio, una sociedad que trata de ocultar su salvajismo como en alguna que otra entrevista mencionaba el autor. Por otro lado, los jóvenes de familias pobres son los que claramente se están viendo en situaciones lamentables. El malestar juvenil se traduce en comportamientos violentos y de esto, es culpable, según Alonso de Santos, la sociedad en su conjunto.

La violencia parece ser que no solo tiene causas sociales y económicas, también culturales, la violencia se adquiere de la visualización constante de violencia. Continuamente se está enseñando a la sociedad a traicionarse unos a otros, esto corrompería a la más ingenua de las personas.

Berta, en un vano esfuerzo de liberar de alguna manera a sus sobrinos, trata de desprenderse de toda la parafernalia neo-nazi que encuentra en su casa, ha tenido que soportar que incluso los vecinos los intenten echar del piso debido a que no quieren personas que hayan estado en la cárcel o que se dediquen a la prostitución o a las “cacerías” más salvajes. Berta trata de enfrentarse al conflicto social que se le viene encima y no sabe ya por dónde empezar.


La situación en la que la sociedad está viviendo es lamentable, y Alonso de Santos lo critica de algún modo con esta conversación entre Berta y Bea.
Bea. La vida es una puta mierda. Me mete mano mi jefe, me quejo, y encima la puta soy yo y me ponen en la calle.
Berta. ¿Y por eso tuviste que meterte en lo de las droga, y traértela encima a mi casa? […] conozco ese camino donde estás metida y sé que por ahí no hay salida.
Bea. No hay salida, tía. para algunos no la hay. Ni por ese camino ni por ninguno.
Parece decirnos que no existe solución, que el determinismo es el que manda en esta sociedad, como decía Ortega: yo soy yo y mis circunstancias, parece que el hombre no puede escapar de su propio determinismo. Tampoco el sistema quiere que estos personajes (o personas, si hablamos de la realidad) escapen o se rehabiliten, ¿por qué, os preguntaréis? pues porque necesita de ellos, necesita de energúmenos que incumplan la ley y que justifiquen las medidas represivas que se llevan contra ellos, pues el sistema es incapaz de solucionar los problemas verdaderamente, es más fácil usar a estos “salvajes” como ejemplo de lo que no está permitido ser en esta sociedad, una sociedad aparentemente conservadora y neocapitalista, ser un “yanqui” o “salvaje” es lo que te espera si decidieras escapar a sus leyes.

Así que si Alonso de Santos, en Salvajes, muestra la estupidez humana y la ilógica violencia y  salvajismo neo-nazis por parte de Mario y Raúl, por otro lado, también denuncia la indiferencia y negligencia del sistema sociopolítico español de fin de milenio que no consiguió proporcionar oportunidad de trabajo a todos estos cabezas rapadas.

Neo-nazis en American History X dirigida por Tony Kaye.
Vemos también esa crítica típica a los policías corruptos y todo ese oscuro trato que se trae entre manos, no es de las mejores facetas de la realidad:
Bea. Es por la policía. Si no estuviera tan perseguida sería mucho más barato. Así es un negocio para mucha gente. Los que la traen, a los que dan dinero para que la dejen pasar, todos los que están pringados en eso…
Seguimos leyendo y se afirma nuestra teoría de la existencia en Mario de una luz que lanza esperanza a su transformación positiva, la de dejar los actos violentos y racistas:
Mario. Además, que estoy harto ya… Coger a un tío, cagado de miedo, e inflarle a hostias… ¡Joder! Una persona es una persona, ¿no? Tengo la cara del negro metida aquí mientras le hinchábamos… ¡sus ojos, coño, aquí dentro! Y si no os quito lo matáis.
Ni siquiera golpeó al hombre por el que les imputaron en el caso:
Mario. No quiero saber nada. (Va hacia su cuarto y Raúl le corta el paso). Estoy harto de comerme marrones por tu culpa. Yo lo que sé es que yo no le di.
Llegamos casi al final de la obra y ya se huele el drama y la violencia que está a punto de desatarse: la música ska, la agresividad de Raúl contra los dos malhechores que trataban de cobrarse por las malas la droga que había comprado Bea... la situación empeora por momentos:
Nono. (Grita). ¡De momento nos llevamos la televisión y lo que haya en casa que se pueda vender!
Coge la televisión. Se oye una música "ska" que llega desde el pasillo. Salen en ese momento Mario y Raúl, éste con un casete grande en la mano.
Raúl. ¿Qué te vas a llevar qué…? ¡Suelta ahora mismo esa televisión, que te voy a partir la cabeza, maricón de mierda!
Berta. ¡Quieto, Raúl, por Dios!
Charly sujeta a Bea y los amenaza poniéndole el cuchillo en el cuello. Las frases se oyen tensas y violentas entre la música "ska", que suena cada vez con más fuerza.
Alonso de Santos sabe cómo retratar la violencia de estos personajes marginales, como un huracán, Chary y Nono, acaban saliendo de la escena y se han cobrado una vida, la de Raúl, que trataba de salvar a su hermana, semejante a lo que pasó con Leonor en Don Álvaro o la fuerza del sino, cuando esta trata de salvar a su hermano y este la mata. Por una vez que Raúl trataba de hacer algo bien, viene el destino y se la juega vilmente:
(De pronto se desencadena la violencia. Bea se aparta como puede de Charly; Mario se tira contra él y pelean, mientras Nono sale corriendo con la televisión. Raúl se tira contra Charly ayudando a su hermano, y de repente se aparta sujetándose el costado izquierdo, mientras Charly sale corriendo y Mario detrás. […] Raúl aparta su mano del costado y se ve la sangre y el pinchazo, que no había notado en la pelea […] Raúl pierde el conocimiento, Bea llama por teléfono a la ambulancia, y Berta, con Raúl en sus brazos, lo sujeta contra su cuerpo desesperadamente, como tratando de proteger su vida, que se escapa.)
Bea. ¡Raúl! ¡Raúl! ¡Haz algo, tía!
Berta. ¡Para esa música, por Dios! ¡Para esa música! (Mario apaga el casete.) Ayudadme a llevarlo a la cama.
(Cogen a Raúl entre Mario y Berta, y lo meten por el pasillo hacia el interior de la casa.)
La trágica muerte de Raúl supondrá el inicio de la descontaminación final de los otros dos sobrinos:
Berta. ¿Bea y Mario? Imagínese… Han envejecido veinte años cada uno de estos días. Y así, tan de pronto… Los primeros días no se lo podían creer… No están en casa. Bea se marchó a una granja a desintoxicarse. Parece que está decidida de verdad. Y Mario se ha ido a vivir con una chica con la que salía.
Y para finalizar felizmente la obra, contrarrestando el clima de violencia y la dura realidad social de los trágicos acontecimientos, el Comisario invita a Berta a hacer juntos un viaje a África, al Cabo de Buena Esperanza, que aceptará, permitiéndonos Alonso de Santos pensar, de esta manera, de la existencia de que todavía hay esperanza para el ser humano, y que hay hueco para la ilusión y el amor en estos tiempos tan grises que se presagian.

Jose Luis Alonso de Santos detrás del telón.

Jose Luis Alonso de Santos, «Salvajes». Análisis de la obra (1ª parte)

La obra que vamos a analizar a continuación se trata de Salvajes, de Jose Luis Alonso de Santos, y está ambientada en los suburbios de Madrid donde se ha desatado la marginalidad y la violencia debido al contacto con las drogas, la delincuencia, la cultura skin-head y, en menor medida (aunque también muy influyente) la prostitución y el paro.


La salida de la tía Berta de la cárcel será el detonante de toda la trama de la obra, esta, nada más entrar en la casa, ve a su sobrina Bea con uno de los clientes del club de alterne Siglo XX en el que trabaja, además sus otros dos sobrinos: Mario y Raúl no están en casa (pues están haciendo el vándalo con sus amigos skins) con la primera acotación, Alonso de Santos ya nos transporta a esos ambientes marginados y cargados de podredumbre moral y social tan característicos del autor.

A lo largo de la escena primera se ha puesto evidente cómo la incomunicación y la falta de unión caracterizan las relaciones que mantienen los tres hermanos entre sí durante el encarcelamiento de su Tía. Para los tres sobrinos, esta casa se convirtió simplemente en un lugar para dormir.


Hay momentos de la obra donde Berta interactúa con los geranios no sólo como metáfora de la realidad sino también para transmitirnos el fenómeno de la violencia: esos sobrinos que no nacieron violentos pero que, ante el descuido que sufrieron durante la ausencia de la Tía, se parecieron a los geranios que nadie los atendió regando y cuidando. La consecuencia de esto era o la muerte por falta de atención o crecer con salvajismo moral como ocurre con los jóvenes de la obra:
Berta. ¡Dios mío! ¡Cómo está esto también! No os han tratado muy bien mientras yo no estaba, ¿verdad? ¡Madre mía, qué desastre! (Se acerca a ellos y se pone a arreglarlos lo mejor que puede). Qué trabajo les hubiera costado echaros un poco de agua de vez en cuando… Mira que se lo dije… Necesitáis tan poco para vivir… Si la gente no es capaz ni de regar una planta, qué podemos esperar de este mundo.

Berta, ya estaba pensando en cómo ayudar a sus sobrinos, lo proyecta así en sus geranios:
Berta. (Coge un tiesto donde aún hay parte de geranio con vida). Tú has resistido a todo, como yo… Medio seco, negro por dentro de la contaminación y la sociedad, apagado, sin alegría… Pero ¡vivo! (Lo riega). Deberías haber nacido en un buen invernadero y no en un barrio como éste… (Tira a la basura las ramas de otros geranios secos). Ya estoy aquí yo, para regaros, y cuidaros, y hablaros, que es lo que más necesitáis para vivir, como todo el mundo: cariño.

Otro personaje carismático de la obra será el Comisario, quien detuvo a Berta en lugar de a su sobrina Bea por traficar con estupefacientes. Se palpa la buena relación que mantenían antes del incidente, además de la insistencia con que busca a la tía para que le pusiera unas inyecciones que le hacían falta (Berta era enfermera).

Con la siguiente acotación se presenta a los sobrinos, dos jóvenes skins, violentos y agresivos que han perdido totalmente el norte después de perder cualquier referente paterno, sobre todo el más joven: Raúl, será el personaje que menos opciones tiene para rehabilitarse:

Suena un casete con música "ska" muy alta. […]. Mario, de unos veintidós años, está sentado en un rincón fumando en silencio. Tiene el pelo muy corto, y está vestido con ropa "skin". Raúl, el hermano más pequeño, dieciocho años, lleva el mismo tipo de ropa, pero de forma más evidente, como su cabeza, que está completamente rapada. Pasea nervioso, tarareando el ritmo de la música, golpeando con la mano los muebles que encuentra a su paso, marcando desde su primera aparición que no puede estarse quieto y que tiene el diablo en el cuerpo.

La música ska es como un potenciador de la agresividad de los skin-heads, como las llamas del infierno, el ska sería como ese halo de maldad que recubriría la corteza de estos dos jóvenes, aunque uno parece estar más contaminado que otro.

Como hemos mencionado antes, Raúl se resiente a redimirse y Berta sabe del caso en el que se estaban metiendo tanto este como su otro sobrino Mario, que golpearon salvajemente a un pobre hombre originándole heridas tan graves que tuvo que ser hospitalizado:
Mario. Tía, nosotros no hemos sido, ya te lo dije el otro día cuando fui a verte. Lo que pasa es que nos quieren meter el marrón a nosotros… El periódico ése dijo que habíamos sido, pero es mentira…

Berta. ¿Y el pobre hombre que está en el hospital, se ha pegado él solo o qué ha pasado? Ése sí que no tiene culpa de nada…
Escena del vagabundo en La naranja mecánica de Stanley Kubrick.
El autor trata de mostrarnos el desorden que lleva consigo la miseria moral de una juventud que padece las lacras del paro y de la droga. Esa marginalidad explica la consecuencia de la violencia. En Salvajes, Bea, Mario y Raúl viven en la marginalidad; ella, chica de alterne, depende también de la droga; ellos, instalados en el más irremediable paro, encuentran su realización en la violencia callejera y en las bandas de skin que atacan a toda esa gentuza, los moros, los negros y su puta madre, en palabras de Raúl. El racismo es evidente en toda esa cultura de skin-heads.

Tras una escena en que que toda la familia (Berta, Bea, Mario y Raúl) tratan de hablar del caso e intentar comunicarse un poco, todo acaba en una tremenda discusión que acaba con la salida de los dos sobrinos y entre platos rotos y algunas lágrimas, Berta y Bea que la intenta consolar:

Bea. Raúl está mal de cabeza, tía. De verdad, Mario, no. Mario no sé por qué hace esas cosas. Por ir con Raúl, lo más seguro, pero Mario no es así. De Raúl me creo cualquier cosa, tía. No sabes la de veces que me ha dado a mí, por lo que sea… Y desde que se ha juntado a ésos está peor. ¿Has visto el tatuaje que se ha hecho en el hombro? "Odio y violencia", pone. Están como cabras… Y todo lo que tiene en su habitación… Mario no es así, tía. Ni yo.
Escena de Salvajes en una representación teatral dirigida por Atrezzo Teatro.

Mario, que nos recuerda al Mario de la obra de Buero Vallejo: el tragaluz, por su carga positiva, no se muestra tan reticente como Raúl a evolucionar como persona, y de ahí que lo defienda su hermana. Raúl sería como Vicente, algo así como “el que actúa sin reflexionar” Mario, “el que contempla con actitud reflexiva”.

Después de varias escenas, vemos como el Comisario mantiene una conversación con una señora por teléfono y que demuestra otro tema evidente tanto de la obra como de la sociedad actual en la que estamos viviendo que se trata nada más y nada menos que de la violencia de género, aunque parece que Alonso de Santos solo recurre a ella como una breve alusión pero sin tratarla tan profundamente como con los temas ya mencionados de la violencia racial, la marginación social y la agresividad adquirida que parecen ser de gran interés para el autor de manifestar así el contenido de su obra.

Luego de esta conversación:

Comisario. ¿Y usted los cree? ¿Cree de verdad que un pobre negro, que vive de vender tabaco en el metro, se va a atrever a meterse con una banda de vándalos como ésos? Muchas veces a lo largo de estos años, lidiando con gentes de todo tipo, me he preguntado cómo es posible que existan personas que nazcan así…

Berta. Qué frase más terrible. Nadie nace así. Les hacemos así los demás, nosotros, los que nos creemos buenos y honrados, y cerramos nuestra puerta o pasamos a su lado sin ayudarles. Qué culpa tienen ellos cuando nacen, si son así de pequeños…
Observamos las disidencias entre el comisario y Berta en la que el hombre defiende que éstos jóvenes skins han nacido así, en cambio, Berta, pretende alumbrarnos con la opinión de que ha sido la sociedad la causante de todo, como ya comentamos anteriormente, el paro o la poca oportunidad que se le dan a los estratos más bajos o marginales provocan que estos actúen contra el sistema en lugar de a favor de él.