miércoles, 11 de junio de 2014

Jose Luis Alonso de Santos, «Salvajes». Análisis de la obra (1ª parte)

La obra que vamos a analizar a continuación se trata de Salvajes, de Jose Luis Alonso de Santos, y está ambientada en los suburbios de Madrid donde se ha desatado la marginalidad y la violencia debido al contacto con las drogas, la delincuencia, la cultura skin-head y, en menor medida (aunque también muy influyente) la prostitución y el paro.


La salida de la tía Berta de la cárcel será el detonante de toda la trama de la obra, esta, nada más entrar en la casa, ve a su sobrina Bea con uno de los clientes del club de alterne Siglo XX en el que trabaja, además sus otros dos sobrinos: Mario y Raúl no están en casa (pues están haciendo el vándalo con sus amigos skins) con la primera acotación, Alonso de Santos ya nos transporta a esos ambientes marginados y cargados de podredumbre moral y social tan característicos del autor.

A lo largo de la escena primera se ha puesto evidente cómo la incomunicación y la falta de unión caracterizan las relaciones que mantienen los tres hermanos entre sí durante el encarcelamiento de su Tía. Para los tres sobrinos, esta casa se convirtió simplemente en un lugar para dormir.


Hay momentos de la obra donde Berta interactúa con los geranios no sólo como metáfora de la realidad sino también para transmitirnos el fenómeno de la violencia: esos sobrinos que no nacieron violentos pero que, ante el descuido que sufrieron durante la ausencia de la Tía, se parecieron a los geranios que nadie los atendió regando y cuidando. La consecuencia de esto era o la muerte por falta de atención o crecer con salvajismo moral como ocurre con los jóvenes de la obra:
Berta. ¡Dios mío! ¡Cómo está esto también! No os han tratado muy bien mientras yo no estaba, ¿verdad? ¡Madre mía, qué desastre! (Se acerca a ellos y se pone a arreglarlos lo mejor que puede). Qué trabajo les hubiera costado echaros un poco de agua de vez en cuando… Mira que se lo dije… Necesitáis tan poco para vivir… Si la gente no es capaz ni de regar una planta, qué podemos esperar de este mundo.

Berta, ya estaba pensando en cómo ayudar a sus sobrinos, lo proyecta así en sus geranios:
Berta. (Coge un tiesto donde aún hay parte de geranio con vida). Tú has resistido a todo, como yo… Medio seco, negro por dentro de la contaminación y la sociedad, apagado, sin alegría… Pero ¡vivo! (Lo riega). Deberías haber nacido en un buen invernadero y no en un barrio como éste… (Tira a la basura las ramas de otros geranios secos). Ya estoy aquí yo, para regaros, y cuidaros, y hablaros, que es lo que más necesitáis para vivir, como todo el mundo: cariño.

Otro personaje carismático de la obra será el Comisario, quien detuvo a Berta en lugar de a su sobrina Bea por traficar con estupefacientes. Se palpa la buena relación que mantenían antes del incidente, además de la insistencia con que busca a la tía para que le pusiera unas inyecciones que le hacían falta (Berta era enfermera).

Con la siguiente acotación se presenta a los sobrinos, dos jóvenes skins, violentos y agresivos que han perdido totalmente el norte después de perder cualquier referente paterno, sobre todo el más joven: Raúl, será el personaje que menos opciones tiene para rehabilitarse:

Suena un casete con música "ska" muy alta. […]. Mario, de unos veintidós años, está sentado en un rincón fumando en silencio. Tiene el pelo muy corto, y está vestido con ropa "skin". Raúl, el hermano más pequeño, dieciocho años, lleva el mismo tipo de ropa, pero de forma más evidente, como su cabeza, que está completamente rapada. Pasea nervioso, tarareando el ritmo de la música, golpeando con la mano los muebles que encuentra a su paso, marcando desde su primera aparición que no puede estarse quieto y que tiene el diablo en el cuerpo.

La música ska es como un potenciador de la agresividad de los skin-heads, como las llamas del infierno, el ska sería como ese halo de maldad que recubriría la corteza de estos dos jóvenes, aunque uno parece estar más contaminado que otro.

Como hemos mencionado antes, Raúl se resiente a redimirse y Berta sabe del caso en el que se estaban metiendo tanto este como su otro sobrino Mario, que golpearon salvajemente a un pobre hombre originándole heridas tan graves que tuvo que ser hospitalizado:
Mario. Tía, nosotros no hemos sido, ya te lo dije el otro día cuando fui a verte. Lo que pasa es que nos quieren meter el marrón a nosotros… El periódico ése dijo que habíamos sido, pero es mentira…

Berta. ¿Y el pobre hombre que está en el hospital, se ha pegado él solo o qué ha pasado? Ése sí que no tiene culpa de nada…
Escena del vagabundo en La naranja mecánica de Stanley Kubrick.
El autor trata de mostrarnos el desorden que lleva consigo la miseria moral de una juventud que padece las lacras del paro y de la droga. Esa marginalidad explica la consecuencia de la violencia. En Salvajes, Bea, Mario y Raúl viven en la marginalidad; ella, chica de alterne, depende también de la droga; ellos, instalados en el más irremediable paro, encuentran su realización en la violencia callejera y en las bandas de skin que atacan a toda esa gentuza, los moros, los negros y su puta madre, en palabras de Raúl. El racismo es evidente en toda esa cultura de skin-heads.

Tras una escena en que que toda la familia (Berta, Bea, Mario y Raúl) tratan de hablar del caso e intentar comunicarse un poco, todo acaba en una tremenda discusión que acaba con la salida de los dos sobrinos y entre platos rotos y algunas lágrimas, Berta y Bea que la intenta consolar:

Bea. Raúl está mal de cabeza, tía. De verdad, Mario, no. Mario no sé por qué hace esas cosas. Por ir con Raúl, lo más seguro, pero Mario no es así. De Raúl me creo cualquier cosa, tía. No sabes la de veces que me ha dado a mí, por lo que sea… Y desde que se ha juntado a ésos está peor. ¿Has visto el tatuaje que se ha hecho en el hombro? "Odio y violencia", pone. Están como cabras… Y todo lo que tiene en su habitación… Mario no es así, tía. Ni yo.
Escena de Salvajes en una representación teatral dirigida por Atrezzo Teatro.

Mario, que nos recuerda al Mario de la obra de Buero Vallejo: el tragaluz, por su carga positiva, no se muestra tan reticente como Raúl a evolucionar como persona, y de ahí que lo defienda su hermana. Raúl sería como Vicente, algo así como “el que actúa sin reflexionar” Mario, “el que contempla con actitud reflexiva”.

Después de varias escenas, vemos como el Comisario mantiene una conversación con una señora por teléfono y que demuestra otro tema evidente tanto de la obra como de la sociedad actual en la que estamos viviendo que se trata nada más y nada menos que de la violencia de género, aunque parece que Alonso de Santos solo recurre a ella como una breve alusión pero sin tratarla tan profundamente como con los temas ya mencionados de la violencia racial, la marginación social y la agresividad adquirida que parecen ser de gran interés para el autor de manifestar así el contenido de su obra.

Luego de esta conversación:

Comisario. ¿Y usted los cree? ¿Cree de verdad que un pobre negro, que vive de vender tabaco en el metro, se va a atrever a meterse con una banda de vándalos como ésos? Muchas veces a lo largo de estos años, lidiando con gentes de todo tipo, me he preguntado cómo es posible que existan personas que nazcan así…

Berta. Qué frase más terrible. Nadie nace así. Les hacemos así los demás, nosotros, los que nos creemos buenos y honrados, y cerramos nuestra puerta o pasamos a su lado sin ayudarles. Qué culpa tienen ellos cuando nacen, si son así de pequeños…
Observamos las disidencias entre el comisario y Berta en la que el hombre defiende que éstos jóvenes skins han nacido así, en cambio, Berta, pretende alumbrarnos con la opinión de que ha sido la sociedad la causante de todo, como ya comentamos anteriormente, el paro o la poca oportunidad que se le dan a los estratos más bajos o marginales provocan que estos actúen contra el sistema en lugar de a favor de él.

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