miércoles, 11 de junio de 2014

La paz utópica y la violencia justificada en «La paz perpetua»

Como ya dijimos en la entrada anterior, Kant, en su ensayo Sobre la paz perpetua, expone una sucesión de preceptos de conducta entre unos estados con otros orientados a lograr la paz universal. Basándose en los derechos del individuo, emprenderá la conjugación del orden y la libertad de este. 


Antes de someterse a ningún control, propone Kant, la naturaleza supondría el estado en que se encontraría el ser humano. De manera optimista, pensaría que la naturaleza tiene como destino la paz universal y la armonía (por así decirlo) entre los hombres. Pero considera también que este estado no dejará de estar amenazada constantemente por las guerras. Pues significaría que los hombres estarían sujetos a sus instintos más vehementes y en riesgo de la permanencia de disputas, hablando claro desde el punto de vista de que no existirían leyes que regulasen cualquier tipo comportamiento.

Para evitar esta amenaza, el hombre debe prescindir de la naturaleza como estado e instaurar un cuerpo jurídico que lo controle, es decir, organizaciones de carácter oficial encargadas tanto a la defensa nacional como a garantizar la soberanía e independencia del país, defender el territorio y orden constitucional. Entonces, el Estado civil mantiene la necesidad de establecer un orden que mitigue esa maldad humana de la que venimos hablando y que nos conduce directamente a la guerra y al caos. Sin olvidarnos tampoco del respeto a la soberanía popular y a los derechos del individuo. Esta idea de Kant está fundada en los principios de la razón de la Crítica de la Razón Pura.


Guerra y paz, escultura en hierro de Raúl Antonio Domínguez (Rincón de los Sauces)
Y es que, repasando la historia, vemos como esta idea de Kant se va nublando quedándose en un mera utopía. Después de dos guerras mundiales, ¿queda algo de esperanza en el ser humano? ¿Será posible la paz universal en el futuro? Parece que Mayorga mantiene sus esperanzas en ello, y es por eso que nos propone esta polémica reflexión en su obra.

La moral, otro tema recurrente, vemos como se manifiesta en esta conversación entre Odín y Casius, en la que deliberan si, como reza el dicho: «ni los buenos son tan buenos, ni los malos, son tan malos», ¿el fin justifica los medios? ¿es justo combatir la violencia con violencia?
Casius. ¿Le da igual ellos que nosotros?
Odín. ¿Ellos? ¿Los malos? Los hay, ya lo creo que los hay, hombres malos. Si no, no habría (...) millones de hombres viviendo como perros, los hay. Dígame, Casius, quiénes son, según usted, los malos, y yo haré como que ellos son los malos, sabré hacerlo. He hecho cosas peores. Dar la bienvenida a un gilipollas con sus zapatillas en la boca, eso sí que es una mierda.
Al contrario que Odín, el perro Enmanuel, se muestra reticente ante la violencia, pues como el autor que le da nombre, sueña con la paz universal y de como reinará al fin la hospitalidad en el mundo y nadie volverá a sentirse extranjero en ningún lugar. Esta idea la aprendió de su dueña Isabel, que menciona más adelante, avecinándose ya el final del experimento.

La última prueba que impondrá el ser Humano a estos perros, será una cuestión moral, y se trata de atacar o no a un posible sospechoso de tener información sobre un próximo atentado terrorista. Debido a las debilidades que han ido mostrando estos canes a lo largo de la representación, no quedaba otra que ponerlos a prueba, el Humano pulsa el cronometro y el tiempo apremia:
Humano. Antes de tomar una decisión, queremos, señores, que compartan nuestras dudas. Quizá ese hombre realmente no sepa nada. Y aunque sepa, si lo tocamos, si tocamos a ese hombre desarmado, ¿no justificaríamos su tenebrosa visión del mundo? ¿En qué nos distinguiremos de él, si despreciamos la Ley? Si ese hombre no tiene derechos, ¿no están también los míos en peligro, los de todos los hombres, la democracia? Luchamos por valores. Sin embargo, personas inocentes pueden estar a punto de morir.
Se inicia de esta forma una paradoja que, evidentemente, Jhon-Jhon y Odín, reaccionan de manera violenta contra este posible terrorista, sin embargo, Enmanuel, el verdadero motivo por el cual se está llevando a cabo el susodicho experimento, no sabe qué hacer frente a ello:
Humano. (A Enmanuel) Ellos ya han tomado una decisión. Usted, en cambio, duda. Apreciamos sus dudas. Tenemos muchas esperanzas puestas en usted. Usted no tiene la fuerza de Jhon-Jhon ni el olfato de Odín, pero tiene un corazón sabio. Queremos ese corazón, si podemos confiar en él.
[...] 
Enmanuel. Usted lo ha dicho: si tocamos a ese hombre, justificaremos su tenebrosa visión del mundo. (...) ¿en qué nos distinguiremos de él, si despreciamos la ley? Si ese hombre no tiene derechos, también los suyos están en peligro. Los de todos los hombres, la democracia. Luchamos por valores.
El Humano propone entonces que «para salvar la ley, quizá excepcionalmente sea necesario suspenderla», y es por eso por lo que le propone lo siguiente a Enmanuel, y a lo que él responde:
Humano. (...) Pero esa decisión sólo debe tomarla alguien que sienta un profundo amor por la ley. Alguien que nunca emplee la violencia para humillar, ni para vengarse, ni para castigar. 
Enmanuel. Nos ganaremos su odio, el de sus hijos, el de sus hermanos. Tenemos que ofrecerle justicia, no odio.
[...] 
Humano. Nunca el perro fue tan necesario al hombre. Distinguir entro lo justo y lo injusto, eso hoy sólo puede hacerlo el corazón de un perro. La humanidad está en peligro, no nos abandonen. Estamos luchando contra animales.
Así critica Mayorga a la sociedad actual, que está ya tan deshumanizada, que tendría que existir una persona animalizada para poder así comprender la gravedad del asunto. Al final, Enmanuel se interpondrá en el camino de Jhon-Jhon y Odín, que deciden hacer caso al Humano. Enmanuel perece en la reyerta. Un trágico final para un perro que descubrió el verdadero valor de la vida humana.

El triunfo de la Muerte, del pintor Pieter Brueghel el Viejo (1562).
Espero que la lectura de este artículo sirva de reflexión para todos aquellos que se preguntan de si verdaderamente es necesario el uso del mal para combatir el mal y de si sacrificar una vida para salvar otras muchas, merece verdaderamente la pena.

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